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De Bogotá a Bombay: prácticas de vivienda informal y desarrollo progresivo

Detrás de la niebla que cubre a las montañas de Bogotá en las mañanas se encuentra la casa de William Oquendo. Es un laberinto de puertas y ventanas, donde un cuarto abre hacia la cocina y el baño ventila directo al salón.

A 5,000 kilómetros de distancia, en Río de Janeiro, Gilson Fumaça vive en la terraza de la casa construida por su abuelo, luego su padre, y ahora él mismo. Es bastante consolidada: hecha de ladrillo y mortero en el primer piso, concreto reforzado en el segundo, y una combinación caótica de tejas de zinc y ladrillos sueltos en el tercero. Este último es la contribución de Gilson, que irá consolidándose a medida que aumenten sus ingresos.

Al otro lado del mundo en Bombay (Mumbai desde 1995), hay viviendas que invaden los rieles del tren suburbano, construidas y reconstruidas tras innumerables esfuerzos de demolición. “El entorno físico de la ciudad está en movimiento perpetuo,” observa Suketu Mehta en ‘Maximum City.’1 Hay ranchos hechos de bambú y bolsas plásticas, y familias que viven en andenes y debajo de puentes, en hogares precarios levantados con las uñas. Mientras Dharavi—conocido como el tugurio más grande de Asia—cuenta con una vivienda de mejor calidad, agua corriente, electricidad y tenencia de la tierra, esto no es norma para la mayoría de los nuevos habitantes de la ciudad.

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Vista de la casa de William Oquendo, Barrio El Dorado - Bogotá, Colombia. Imagen © Laura Amaya

Bombay ha visto una reciente ola de urbanización masiva, a medida que la población de India paulatinamente cambia de rural a urbana. Los asentamientos en Mumbai parecen estar destinados a seguir el mismo curso que las favelas latinoamericanas, que han crecido por generaciones. No obstante, la densidad de la ciudad—20,000 habitantes por kilómetro cuadrado, comparado con los 4,600 de Bogotá o los 5,200 de Rio de Janeiro—requiere de una forma innovadora de desarrollo progresivo.2 Como denuncia Mehta, “no hay suficiente espacio para que todo el mundo pueda estar [en una casa] al mismo tiempo, excepto cuando se duerme [y] los movimientos corporales se reducen a un mínimo.”3

En un país con menos de 30 por ciento de la población viviendo en zonas urbanas, Bombay provee un hogar para campesinos que migran a las ciudades y buscan recrear sus aldeas.4 Es inevitable entonces que el sentido de comunidad sea el mayor potencial activo de los asentamientos informales, pues provee una red de seguridad para los grupos más vulnerables que no depende de la disposición del gobierno sino de un mecanismo autorregulado de apoyo mutuo. Además, dado que dichos nuevos pobladores no se han acoplado a la velocidad de la transformación urbana, esta forma de vida es el vínculo más cercano al campo—el barrio se convierte en la aldea dentro de la ciudad.

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Casa de Gilson Fumaça, Favela Santa Marta - Rio de Janeiro, Brasil. Imagen © Laura Amaya

Bogotá, como la mayoría de las ciudades latinoamericanas, experimentó un crecimiento en el cual la mayoría de los migrantes rurales ocuparon lo que eran entonces invasiones emergentes. La gran cantidad de nuevos habitantes en tan corto tiempo impuso el reto de proveer servicios adecuados. Los asentamientos informales aliviaron temporalmente la crisis de vivienda, pero aún hoy uno de cada cinco pobladores urbanos en América Latina vive en favelas, invasiones, o barrios.5 Inicialmente ilegales y bastante precarios, éstos se han convertido en comunidades consolidadas que se han incorporado al tejido urbano exitosamente.

La transformación de las ciudades de Sur América y Sur Asia se deriva de la naturaleza informal de su desarrollo urbano, en un proceso que depende enteramente de la disponibilidad de tiempo y recursos financieros. Pasando por todo el espectro desde invasiones hasta macro proyectos de finca raíz, las ciudades crecen progresivamente, respondiendo y ajustándose a las necesidades inmediatas de sus comunidades.

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Edificio Residencial Mangal Kunj antes de la construcción de sus pisos superiores. Bandra (W) - Mumbai, India. Image © Laura Amayan

Cuando aterricé en Mumbai me mudé al último piso de Mangal Kunj, situado en la acomodada zona de Bandra, hacia el norte la ciudad. Habíamos alquilado el penthouse de un edificio relativamente nuevo, que no tendría más de diez años de construido. El ascensor tenía botones hasta el número doce y asumimos que debió haber sido comprado a un precio rebajado ya que el edificio sólo tenía ocho pisos. Una mañana, mientras salía corriendo de la casa para iniciar la larga jornada al trabajo, la pantalla del ascensor leía “9”. En poco tiempo había constructores martillando en el techo, subiendo bolsas de cemento y cargamentos de ladrillo por las escaleras. Tres meses después, el antiguo penthouse de Mangal Kunj se encuentra atrapado en medio del edificio original debajo y la construcción que lleva a los pisos nueve, diez, once ¡y doce!

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Edificio Residencial Mangal Kunj después de la construcción de sus pisos superiores. Bandra (W) - Mumbai, India. Imagen © Laura Amaya

Un caso similar de desarrollo progresivo sucede en Ashoka University, una universidad privada de alto nivel a las afueras de Nueva Delhi. La construcción por fases requiere que los edificios sean planeados en diferentes etapas. Éstos no sólo deben adaptarse perfectamente para cambiar de uso académico a uso administrativo, sino que también deberán aumentar su altura con el tiempo; un edificio que hoy tiene seis pisos tendrá doce cinco años después.

La cultura de las ‘ciudades‐aldea,’ la rápida urbanización y la economía compartida hacen que inevitablemente haya un sentido de constante adaptación. La casa de William pronto tendrá una cuarta planta y Gilson Fumaça consolidará el tercer nivel de su casa en la favela, abriendo lugar para una nueva terraza encima. Los habitantes de lostugurios en Mumbaisustituirán lostechos de plástico por tejasfirmes, y reemplazarán las estructuras de bambú por muros de ladrillo. Otros edificios como Mangal Kunj construirán sus pisos número catorce y quince, mientras que en Bogotá seguirán saliendo varillas de acero de los techos de casas que están listas para erigir un nivel más con el nacimiento de un nuevo hijo o luego de la promoción de un miembro de la familia.

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Edificio Residencial Mangal Kunj, Bandra (W) - Mumbai, India. Imagen © Laura Amaya

Nueva York y Londres reciben a las personas que se transfieren entre ciudad y ciudad, familiarizadas con el protocolo de la vida urbana. Bogotá y Bombay, por el contrario, son ciudades que acogen a campesinos rumbo a la urbanización. Sirven como paso inicial en la transición entre el campo y la metrópolis, indudablemente el salto más abismal. Familias enteras migran de los campos a los ranchos, y de ahí a barrios de clase media; de Jogeshwari a Mira  Road (Mumbai) y de Cazucá a Nuevo  Usme (Bogotá), la población urbana en lados opuestos del planeta gradualmente adopta un nuevo modo de vida.

A medida que las ‘ciudades‐aldea’ evolucionan para convertirse en ciudades globales, la arquitectura debe responder a la necesidad de reinvención continua. El diseño es el entendimiento más amplio de un contexto, más allá de consideraciones estéticas y de conexiones espacialesinmediatas; esla relación íntima entre persona y lugar, una respuesta sin pretensiones a los problemas urbanos más complejos. La naturaleza del desarrollo progresivo en ciudades como Bogotá y Bombay deja una lección vital: es esencial reconocer el cambio intrínseco y no contrarrestarlo sino complementarlo.

Referencias

[1] Mehta, Suketu. Maximum City : Bombay Lost and Found. New York: Alfred A. Knopf, 2004: 137.
[2] (a) Anuário Estatístico Do Estado Do Rio De Janeiro. Rio de Janeiro, RJ: O Centro, 2010. DVD; (b) Alcaldía Mayor de Bogotá DC, Mapa de Bogotá - Atlas, http://mapas.bogota. gov.co/atlas/visor/index.html (accessed April 2012); (c) Ministry of Home Affairs – Office of the Registrar General and Census Commissioner, India, Census of India 2011, http://www.censusindia.gov.in/pca/default.aspx (accessed August 2014).
[3] Mehta, Suketu. Maximum City : Bombay Lost and Found, 488.
[4] Mehta, Suketu. Maximum City : Bombay Lost and Found, 549.
[5] UN-HABITAT, State of the World’s Cities 2010/2011: Bridging the Urban Divide (London: Earthscan, 2010): 44.

Una versión de este artículo apareció previamente en Urbz.

Laura Amaya es una arquitecta y pensadora urbana de origen español, criada en Colombia y educada en Estados Unidos. Ha vivido en Italia y ha realizado una amplia investigación sobre el urbanismo latinoamericano como becario de investigación de la Universidad de Cornell. En la actualidad vive y trabaja en la India, y la motiva la posibilidad de mejorar las relaciones entre las personas y el lugar a través de la transformación del medio físico.

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